Lis Anselmi
para la Revista On Line de Editorial San Pablo
La
palabra ícono viene del griego “eikon”, que significa imagen, y representan a
Jesús, María, los ángeles, santos e imágenes bíblicas. Pero ¿qué es exactamente
un ícono?
Podemos decir que Jesús
fue el primer ícono, ya que el verbo al hacerse carne hizo visible lo
invisible, así Jesús es la imagen visible de Dios.
Este fue el argumento
decisivo en la lucha contra el iconoclasmo, y fue defendido sobre todo por San
Juan de Damasceno.
A partir de esto
comprendemos que es un ícono no es una simple imagen o una ilustración de
determinada escena bíblica, sino algo
que hace visible lo invisible, que trae al presente, en tiempo y espacio, a la
persona representada.
A través del tiempo, se ha
mantenido el modo bizantino de dibujo y pintura para los iconos, porque es el
que ha demostrado cumplir a la perfección esta intención de hacer presencia en
el aquí y ahora.
Las imágenes occidentales
tienen otro propósito también valioso, pero diferente, procuran transmitir
ideas y sentimientos, mientras el sistema bizantino busca traer al presente y
al ahora a determinada persona, para que pueda crearse una relación directa con
aquel que la observa, como si fuesen dos personas frente a frente, no alguien
que mira y una imagen que es observada.
Esto es básica y
fundamentalmente lo que distingue un ícono de cualquier otra imagen religiosa.
Para lograrlo, el iconógrafo requiere de mucho estudio y práctica, mucha
práctica, para de a poco ir comprendiendo este arte tan particular.
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